martes, 14 de noviembre de 2017

Dies irae

Pese a sus proporciones bíblicas, el valle parecía desbordado, pero la carne continuaba tomando cuerpo en las almas errantes. El abogado del diablo y el de las causas perdidas intercambiaban estrategias, mientras los arrepentidos tardíos se flagelaban compulsivamente. Entonces se abrió el cielo, tronó la palabra y todo quedó sentenciado.


El juicio final, 1585. Jean Cousin, el joven.

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