miércoles, 1 de febrero de 2017

Madre esperanza


La estancia entre los brazos de su madre fue muy breve, tan efímera como el agua en una cesta. No hubo tiempo para que sus inmaduras retinas conservaran su imagen. Por más que pregunta,  nadie le cuenta nada de ella, así que cada día se la inventa. Mientras los otros niños del sempiterno campamento juegan a la guerra con proyectiles de lodo, él pasa las horas tirado junto a su tienda; sus ojos migran de rostro en rostro, escudriñando a todas las mujeres que deambulan cerca. Su corazón no se resigna a esa misteriosa orfandad que le toca vivir. Tal vez, cuando se abra la barrera y puedan pisar la tierra que les tienen prometida, la voz que no logra recordar lo llame por su nombre y lo acoja, de nuevo, en su cálido regazo.



Imagen de Internet

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