domingo, 15 de febrero de 2015

Una enfermiza obsesión




Laura veía iluminarse la mirada de Ernesto, su marido, cada vez que coincidían en el ascensor con la rubia y exuberante Alejandra, la nueva vecina del quinto.

Ernesto Urbiola, inspector de la policía científica, no estaba en su mejor momento. Su carácter supersticioso le había generado una enfermiza obsesión, impidiéndole trabajar los martes y viernes que cayeran en trece.



Una mañana, Alejandra apareció asfixiada sobre su cama. Como era martes y trece, Ernesto no quiso saber nada. Ni siquiera cuando la empleada doméstica, al airear las sábanas, encontró un largo mechón de pelos rubios en el alféizar de la ventana.






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