La encerraron en una oscura y húmeda cueva, rodeada de blancas
estalactitas y estalagmitas. De pronto, un torrente de agua la empujó a
través de un estrecho conducto y cayó en cascada hasta chocar con un
pegajoso suelo. Allí, desvaneciéndose lentamente, supo que su analgésica
misión de aspirina había terminado.
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