Conozco a Julia desde hace muchos años y definiéndola de una manera rápida, puedo decir que se trata de esas personas que tienen ángel.
Habiendo
cumplido ya los sesenta, sigue manteniendo una piel tersa envidiable, y
en su pequeña y bien proporcionada figura, de pecho erguido y breve
cintura, apenas se nota el paso del tiempo, conservando la atractiva
imagen armoniosa que siempre la ha caracterizado.
Cuando la
gente le pregunta sobre cuál es el secreto que le hace permanecer así de
bien, ella no puede evitar ruborizarse y, encogiéndose de hombros, sus
finos labios perfilados de suave carmín esbozan una amplia sonrisa como
única respuesta.
Julia es
más bien parca en palabras, pero su actitud atenta y sosegada escuchando
a los demás hace de ella una excelente compañía. Ella no es amiga de
dar grandes consejos, pero sus certeras y serenas palabras te hacen la
vida más fácil.
Aunque el
verdadero magnetismo de Julia radica en sus grandes y rasgados ojos
negros. En esa mirada limpia y risueña que todavía conserva la
ingenuidad natural que todos poseemos de niños, pero que la mayoría de
las personas perdemos inevitablemente al hacernos adultos.
Juana Mª Igarreta (Taller Literario El Fantasma de la Glorieta)
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