Los puentes tienen memoria
y, andando el tiempo, recuerdan
esas pequeñas historias
grabadas entre sus piedras.
Allí, dormidos se quedan
ecos de días de gloria,
de esos cánticos que suenan
celebrando la victoria,
y esos restos de la euforia
transformados en leyenda,
logran dejar en los que odian,
también, su pequeña huella.
La vida sigue cual noria
y los puentes la contemplan,
tan banal, tan ilusoria
y, sin embargo, tan plena.
Esos rumores que lleva
el río en su trayectoria,
puente a puente hacen la historia
que cada puente recuerda.
Javier Igarreta (29/01/2011)
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