Que no me roben el tiempo,
que no me quiten mis horas,
que me dejen en silencio
entre el rumor de mis cosas.
Que no me abrumen diciendo
que vivo a tontas y a locas,
que sólo disfruto yo a solas,
pues nunca a solas me encuentro.
Jamás me pierdo en bicocas
de ilusorios pasatiempos,
ni alimento los bostezos
que se alojan en mi boca.
Esgrimo, atento, el ingenio
como jugando a la comba,
con el canto de una alondra
columpiándose en invierno.
Enhebro puntos de alfombra
con los hilos de azul cielo
y una aguja, rojo fuego,
cuando el sol busca las sombras.
Que no me roben mi tiempo,
que lo tomen de las olas,
que en sus crestas espumosas
hay latidos de lo eterno,
cuando su rabia sonora
se transforma, en un momento,
temporal experimento
desde un siempre, hasta un ahora.
Que no me roben mi tiempo,
ni negocien mi demora,
que hagan pactos y recojan
los restos de tiempos muertos.
Javier Igarreta.