A UNA COLILLA
tu aspecto de anacoreta,
Colilla, presencia escueta,
cigarro venido a menos
dejado en el cenicero,
chupada tu alma secreta.
Colilla, cantar yo quiero,
tras corta vida repleta
de instantes de humo y de fuego.
Mas, ya pagas el despego
del que gozó de tu entrega,
tal vez, con alguién colega,
chupada hasta un punto extremo.
¿Recuerdas esos momentos
estrella en la larga espera,
al pie de aquella escalera,
brillando tu rojo intenso?
Jamás vi yo humo tan denso,
ni volutas tan coquetas,
casi eran como cometas,
puestas de matute en verso.
Precisamente, yo pienso,
que te dió el carnet de muerta,
aquel que con ansia fiera
hablaba, con humo al viento.
Después, con desdén, te observa,
sin pena, tan solo atento
a que, al fin, cese tu aliento
y acabes ceniza yerta.
Javier Igarreta (19/07/2010
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