viernes, 23 de julio de 2010

TARDE DE TOROS Y TRUENOS




  Aciaga tarde aquélla; un toro cárdeno y cariavacado, justo de tranco y cobarde en varas, esperó el momento agazapado en tablas y cuando se abrió el cielo plomizo, se arrancó con violencia y arremetió contra un rayo de sol que, inocente, jugabacon la arena.

  El morlaco se enceló con la luz cegadora; fueron unos momentos dramáticos, hasta que rayo de sol consiguió zafarse de la obsesión fotocida del astado. En un instante, el cielo se cerró de nuevo y se tiñó de gris amenaza, que se cumplió en una tormenta épica. El toro olisqueaba el ambiente, cargado de electricidad, intentando cornear a los relámpagos. Cuando quisieron devolverlo a los corrales, hizo caso omiso de la presencia de los mansos.

 De pronto se iluminó el cielo y cayó un rayo, justo en el sitio donde asomaba una media estocada. La lengua de fuego besó el acero y atravesó la bravura del animal. Quedó muerto en el centro de la plaza, echando humo por la boca. El cielo enseñó un retazo de azul y los tendidos se volvieron blancos. El toro dió la vuelta al ruedo, con dos claveles rojos en el testuz y entró en el callejón entre la música, los aplausos y una fina lluvia.

Javier Igarreta, 15/07/2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario